APÓLOGOS, LEYENDAS Y MITOCRÓNICAS

RELATOS I

1. Contra el oprobio de los excesos

Hacía mucho tiempo que en aquellas tierras habían habitado cuatro especies distintas de seres inteligentes: los de las narices largas, los de las narices aún más largas, los de las narices cortas y los que no tenían narices. Durante siglos, todas estas especies convivieron y se soportaron. Cada una de ellas se dedicaba a trabajos especializados que tenían relación con las características peculiares de sus apéndices faciales. Así, los de las narices largas trabajaban de sommeliers y de metemeentodo, por ello se consideraban a sí mismos los espías perfectos. Los de las narices aún más largas hacían de perros por las noches y durante el día dormían y jugaban al escondite. Los de las narices cortas eran muy versátiles y servían especialmente para el teatro y las artes de la representación y la puesta en escena. Por último, los que no tenían narices se pasaban la vida en casa, protegidos por las faldas de sus mamás y nunca, nunca, nunca defendieron una opinión propia o retaron a quien les hubiera humillado delante de todos.

Este orden duró mientras unos y otros no se percibieron como recíprocamente incompatibles. Pero hubo un momento en que en aquellas tierras germinó, primero entre los más sabios y después entre el populacho, el ideal estético del equilibrio, la moderación y el justo medio. Este ideal fue introducido por los escolásticos del Peloponeso en sus incursiones marítimas y, más tarde y con el transcurrir de los siglos, se reforzó definitivamente con el contacto con otros pueblos clásicos, como los narcos de Chihuahua y los mods de las islas británicas.

Los estetas del equilibrio y la moderación despreciaban el desorden y también lo extremo, lo desproporcionado y lo muy ensanchado o muy encogido, lo muy negro o lo muy blanco, lo muy estruendoso o lo silencioso al límite y así…

Los de las narices largas y los de las narices cortas

De la estética del equilibrio fue derivando una moral sobre la vida y, como resultado, una jerarquía de las especies. Los seres de las narices largas y los de las narices cortas se sintieron superiores, pues juzgaban a los de las narices aún más largas y a los que no tenían narices como unos extremistas radicales que rebasaban toda medida y rompían cualquier proporción. Les comenzaron a ver tan feos que se les hacían repugnantes y, en alianza mutua, no pararon hasta que los exterminaron a todos sin ninguna piedad. Aquella masacre no se entiende sin considerar que los de las narices aún más largas y los que no tenían narices se sentían miserables y acomplejados. Por ello, no se defendían sino que incluso se suicidaban y se sacrificaban entre ellos con dagas y venenos.

En la imagen que encabeza los presentes escritos, aparecen dos ejemplares, uno de ellos pertenece a la especie de las narices largas y el otro a la especie de las narices cortas. De las otras dos especies no quedan rastros ni ninguna representación que nos recuerde como eran ni la apariencia que tenían; sin embargo, partiendo del aspecto de las dos especies que perviven, de algunos escritos y de una tradición oral que aún subsiste, un equipo de paleontólogos ha esbozado una imagen de cómo debieron de ser aquellos seres.

Los de las narices aún más largas y los que no tenían narices

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